¿Te acordás cuando disfrutabas quedarte trabado en un juego?
En algún momento dejamos de quedarnos trabados en los juegos, nosotros cambiamos, ellos cambiaron, hoy nadie quiere que pase, no sea cosa que te frustres y juegues algo más.
Había una época donde quedarse trabado en un juego sin saber cómo seguir era parte de la experiencia, parte del desafío. Eran épocas donde la única forma de obtener una guía era comprando una revista o consultando con algún amigo que lo hubiese pasado. Hoy eso desapareció, no solo por la posibilidad de consultar en 5 segundos un walkthrough sin siquiera salir del juego, sino porque los juegos también cambiaron.
Gratificación inmediata
Cada día la cantidad de contenido que se pelea por nuestro tiempo libre no deja de crecer y acumularse, los juegos son uno de esos contendientes y el volumen de los que se lanzan mes a mes es cada vez mayor. Hoy tenemos mil juegos por jugar, si uno de ellos no te “deja” avanzar o te presenta un desafío para el que no estás preparado, hay cientos de candidatos a ocupar su lugar. Aunque generalizar no es lo más correcto, si digo que la gran mayoría de los juegos te llevan de la mano probablemente no me contradigas. ¿No creen que muchos de los juegos hoy son cada día más fáciles de superar? Es como si buscasen evitarnos la frustración, el sentimiento que no tememos tiempo de aprenderlos, de dominarlos.
Desde juegos de acción con miles de health kits a cada paso hasta aventuras gráficas que son más historias apenas interactivas con diálogos al estilo “seguramente si hago x resuelvo este problema”, pasando por los que quieren que explores pero con flechas gigantes que te dicen por dónde mirar, todos parecen querer darnos gratificación inmediata, atraparnos en una experiencia que fluye sin interrupciones, sin desafiarnos a resolver un puzzle que nos haga detenernos y pensar demasiado u obligarnos a aprender una dinámica para superar un enemigo duro de vencer. Es como que hay un miedo enorme que si eso llegase a pasar, si paramos un minuto, nos podríamos tentar a cambiar de “canal”.
Esto no hace que los juegos sean malos en sí, sin dudas he disfrutado muchísimo juegos que hoy llamamos walking simulators, pero extraño a veces ese desafío que pocos juegos modernos se animan a dar.
¡Hay que jugar todo apenas sale!
Parte del problema es esa sensación que parece haberse instaurado que tenés que jugar todo lo relevante que sale apenas sale, como si fuese un requisito imprescindible para poder tener tu chapa de gamer, como si te quedases afuera de algo. ¿Cuál es el apuro? Esto no se trata de evitarte una lluvia de spoilers de la serie que ve todo el mundo, esto se trata de disfrutar una experiencia. Es como ir al mejor restaurante y comer todo a las apuradas sin saborearlo porque hay muchos otros lugares para ir a comer después de ese.
Hay cierta lógica de subirse temprano al bote de los juegos multiplayer, pero para muchos otros hasta es conveniente esperar. De forma indirecta, esta desesperación trajo una gran ventaja para los que están con un presupuesto acotado, hoy los precios de los juegos se desmoronan cada vez más rápido, si no querés pagar precio full por un juego, muchas veces es cosa de esperar un mes desde su lanzamiento para aprovechar una oferta. El otro motivo para esperar es que ya es casi una norma que los juegos salen apurados, con demasiados bugs y features recortados que llegan en updates cercanos al lanzamiento, ya que el 99% de los juegos de tu librería los vas a jugar una sola vez por qué no hacerlo de la mejor manera posible, no?
Otra oportunidad
Cada tanto está bueno hacer balances, mirar para atrás, ver de dónde venimos, hacia donde vamos, qué perdimos o qué ganamos. Esto puede aplicarse a todo, videojuegos incluidos. Los videojuegos han cambiado, nosotros hemos cambiado, pero nunca es tarde para darnos más la oportunidad de volver a disfrutar de trabarnos en un juego, de tener que ponerle un poco más de cabeza a las cosas y no esperar que nos lleven de la mano, rápido, porque tenemos otra cosa que jugar que espera ansiosa en una lista de pendientes que realmente nadie nos pide que terminemos.