Call of Duty: Vanguard

Te contamos nuestras impresiones del multiplayer, zombies y una campaña que muestra el camino a mejores juegos de este estilo.

Call of Duty regresa nuevamente a la Segunda Guerra y aunque la primera impresión es que ya no habría demasiado para contar, hay buenos cambios y una gameplay tan sólido como siempre. Cómo debe ser, nunca nos quejaríamos de la posibilidad de acabar nuevamente con los nazis.

En algo que ya podríamos decir que es habitual para la franquicia, esta entrega se centra en tres diferentes pilares: La campaña, el multiplayer y los zombies. Hablemos de cada uno de estos.

La campaña

Si nos piden resumir la esencia de las campañas de Call of Duty, o casi cualquier shooter militar para el caso, seguramente digamos que se trata de ser un ejército unipersonal contra oleadas infinitas de enemigos que no piensan demasiado. Por suerte, este año el equipo de Sledgehammer intenta cambiar esa fórmula que está estancada.

¿Dónde lo logra y dónde se queda corto? Ahora les vamos a contar, pero antes hablemos de la historia y la ambientación. Vanguard no es más ni menos que el nombre del primer grupo de fuerzas especiales de la Segunda Guerra y esta es la historia de sus integrantes. El juego arranca con el equipo completo intentando tomar el control de un tren en pleno movimiento, que sirve como tutorial y escenario ideal para mostrar todos los adelantos gráficos respecto a las ediciones anteriores. La iluminación, las animaciones y el detalle de un juego de este nivel de presupuesto se hacen notar.

Con el tren bajo nuestro poder, los héroes del momento deciden dar un paso más e ir tras el botín más grande que se encuentra en una base de submarinos. Si, ya sabemos, es casi inevitable que no haya misiones que involucren submarinos en un juego de ésta época. Acá es cuando todo sale mal y el juego nos presenta a Jannick Richter, interpretado por el gran Dominic Monaghan, que será el encargado de conseguir información de todos los integrantes de Vanguard. Esta es la excusa ideal para ir conociendo a cada uno de ellos en detalle, mediante flashbacks que nos muestran su historia y sus habilidades únicas.

Como les decíamos, Sledgehammer busca cambiar la reiterada fórmula tradicional, y parte de esto se centra en que cada uno de los soldados que podremos controlar tiene alguna característica que lo hace diferente, con misiones adaptadas para explotar estas habilidades. Arthur Kingsley, el líder, es capaz de darle instrucciones a la tropa para concentrar los ataques en ciertos objetivos, Lucas Riggs y su amor por los explosivos le permiten llevar hasta cuatro tipos de estos y visualizar su trayectoria, Wade Jackson es piloto y tiene la habilidad de focalizarse en el objetivo por tiempos limitados, conociendo su ubicación y dando tiros mortales y certeros, Polina Petrova es la ágil y letal francotiradora.

Cada capítulo centrado en un personaje tiene a continuación un regreso al “presente” con Richter donde vamos conociendo los detalles de la historia general y cómo Vanguard buscará escapar.

Esta diferencia entre cada personaje, con las buenas actuaciones de cada uno, donde destaca Laura Bailey como Polina, es uno de los puntos fuertes del juego, especialmente cuando muestra todo su potencial sobre el final del juego (no se preocupen, no vienen spoilers), donde en una misma misión vamos alternando entre cada uno de ellos. Esta dinámica funciona muy bien, dando la sensación que realmente hay un equipo detrás de todo esto. Lo malo es que es tan solo una pequeña muestra del potencial, porque solo sucede en una de las misiones de toda la campaña.

En el resto de las misiones, tenemos lo que siempre esperamos de CoD, una campaña más que entretenida, con acción que desborda, escenas dignas de una buena película pochoclera pero con la misma IA de siempre, dando lugar al festival de headshots habitual.

Vanguard nos mostró en una misión lo que podría haber sido el mejor CoD en años, renovando una fórmula que funciona bien pero que necesita cambios. Si se usa esto como punto de partida para un próximo juego, es algo que esperaríamos con ansias.

Multiplayer y zombies

Acá es donde el centro de la experiencia se mantiene intacta. Si te gusta el estilo de juego de Call of Duty, rápido y de mucha acción, con los modos de juego que ya conocemos de memoria, Vanguard te va a hacer sentir muy cómodo. Desde la ya unificada interfaz hasta las sensaciones que entrega, por más que la ambientación sea de la Segunda Guerra, esto es Call of Duty que conocemos.

Como novedades positivas, está la posibilidad de filtrar los modos del matchmaking por ritmo de juego, con tres opciones que van a determinar cosas como el tamaño de los mapas, modos y cantidad de jugadores. Por ejemplo, para los que buscan una experiencia menos caótica, elegir un ritmo Táctico les va a dar lo que buscan. A los killstreaks y perks se suman más modificadores para las armas, que hacen que nivelarlas sea un poco más interesante y que abren más variedad a tu estilo de juego si invertís tiempo en subirla de nivel. Comparado con Cold War, Vanguard nos trae una muy buena cantidad de mapas en su lanzamiento, algo que es más que bienvenido.

Para los veteranos, hay un par de buenas sorpresas con mapas recreados del fantástico World at War pero también esto viene acompañado de algo que nos volvía locos en su momento: los perros de ataque. Muchos los amarán, pero nosotros no los queremos mucho. Perros en la vida real, amor a primera vista, los perros de CoD, frustración. Son medio una esponja para recibir disparos y con un solo mordisco te matan.

Realmente no hay demasiado para contar en estos aspectos que ya no se haya dicho, la experiencia sigue siendo tan entretenida y atrapante como siempre. No queremos decir que es más de lo mismo porque le muchos lo entenderían como algo negativo, no lo es, lo que existe es una clara continuidad en la experiencia, tanto en zombies como el multiplayer. Para los que disfrutan de Call of Duty, esto es sin dudas una buena noticia.